Otra vez un año electoral se vuelve caótico. Con una macroeconomía estructuralmente endeble, la posibilidad de que gane un proyecto alternativo genera zozobras y especulaciones en el presente.
Pasó en el 2019 y pasa ahora. Cuando Mauricio Macri pierde categóricamente en las PASO, el día después se presumía muy complejo. Y lo fue: se desplomaron las acciones y el dólar no tenía techo. Las expectativas y los comportamientos de los agentes adelantaban lo que era un modelo económico alternativo al de Cambiemos.
Macri jugó en aquella campaña pre-PASO al filo. Agitó la idea de que el Frente de Todos no había aprendido nada y que su modelo económico seguía siendo chavista. Quería polarizar y extremaba la caricatura de su adversario. Pero su adversario ganó y los mercados actuaron con la caricatura que el propio Macri había sembrado. Su construcción se le volvía en contra en el lunes negro post-PASO. Ya era tarde.
Ahora la moneda se da vuelta y es el peronismo el que sufre las expectativas de un cambio de régimen. En este caso todo es mas explícito: el propio Javier Milei dice que va a dolarizar. No hace falta leer entre líneas. Es su propuesta. En el caso del 2019 era todo más difuso: ¿Hasta qué punto esa caracterización que hacía Macri del Frente de Todos tenía validez? Es cierto que, por ejemplo, Alberto Fernández no ayudó mucho al decir que pagaría un aumento jubilatorio con las Leliqs, pero convengamos que lo que propone Milei es infinitamente más disruptivo.
La literatura económica ha estudiado mucho en las últimas décadas la importancia de las expectativas. Su introducción causó una revolución en la disciplina. Una conclusión de esta revolución es que el comportamiento de los agentes en el presente no necesariamente obedece a los fundamentos económicos de dicho periodo como se pensaba tradicionalmente.
En otras palabras: si un Gobierno hace actualmente todo bien, es brillante, ordenado y racional, pero los agentes saben que dentro de tres meses eso se va a modificar, entonces ya en el presente los agentes actúan en consecuencia a esas expectativas y toman decisiones de forma preventiva.
Milei propone un cambio disruptivo. No importa si es algo bueno o malo. Es disruptivo. Y, como es disruptivo, tiene lógica que los agentes actúen en el presente para quedar bien colocados en el futuro esquema.
En algún punto, nadie tiene la culpa. Buscar responsabilidades en el Alberto Fernández del 2019 o en el Javier Milei actual es trivial. Tampoco sería deseable que Milei niegue durante la campaña que va a dolarizar si efectivamente va a hacer eso. Incurriría en una estafa de campaña. Del mismo modo, si el Frente de Todos tenía en la cabeza en el 2019 la idea de un gasto público más grande, tampoco estaba mal que lo exteriorice.
En todo caso, terremotos como el del 2019 y 2023 podrían evitarse con una macroeconomía más ordenada que no dé lugar a propuestas tan disimiles entre sí para arreglar los cráteres.
