Con sus variantes, los tres principales candidatos a Presidente prometen ir a superávit o equilibrio fiscal primario de cara al 2024. Nada de gradualismo.
La amenaza de la “motosierra” de Javier Milei ha llevado a las fuerzas políticas a entender que, quizás, ya no hay mucho margen para corregir los desequilibrios con pinzas. Hacen falta esfuerzos más rápidos y profundos.
Dentro del universo “motosierra” hay dos elementos muy polémicos: el camino a la dolarización y el consecuente cierre del Banco Central. ¿Hace falta llegar a tal extremo para estabilizar la macroeconomía o todavía tenemos alguna posibilidad de resolverlo “civilizadamente”?
Si uno observa los países desarrollados (e incluso los sudamericanos que tienen una economía sana), todos tienen moneda propia y Banco Central. Ese es el argumento más sencillo y gráfico que usan desde Unión por la Patria y fundamentalmente Juntos por el Cambio para cuestionar la pertinencia de una dolarización.
El asunto es que esos países desarrollados hicieron otros “deberes” que Argentina, por diferentes circunstancias, no pudo resolver: procesos donde se acumulan altos déficits, incumplimientos de deuda, dependencia del Banco Central y obviamente alta inflación.
En la literatura económica se habla de la importancia del “compromiso”, de la “consistencia temporal”. ¿Qué significa? Para que una política sea creíble y tenga el resultado esperado, los agentes deben creer que se mantendrá a lo largo del tiempo, que no será reversible, que en el medio nadie “meterá la cola” por alguna conveniencia.
Lograr ese “compromiso” puede ser dramáticamente complejo en Argentina donde todo parece haber fallado en las últimas décadas y las reglas de juego se modifican de forma permanente.
Volviendo al inicio, no queda claro si el compromiso “fiscalista” de los tres candidatos será suficiente. Tal vez llega demasiado tarde.
