Te cuento Michelle. Tiene mayor impacto lo que puede decir algún ciudadano que un candidato. Fundamentalmente porque resulta más genuino. Sobre todo cuando, por distintas características, el mensaje enciende sentimientos y controversias. En esos casos suele actuar como fuente inspiradora de memes y publicaciones que se viralizan rápidamente. Que prenden en la conversación social, se comparten. Que un candidato diga que Cambiemos gobierna para los ricos no tiene tanto impacto como los dichos de la cirujana, aunque estos no están relacionados con el gobierno más allá de supuestas y dudosas relaciones invocadas en el audio que se filtró. Pero podría ocurrir. Como ocurrió con Carrió y su horrible comparación de Santiago Maldonado con Walt Disney. Le podría ocurrir a cualquier fuerza política o candidato. De hecho ocurre y por eso los cisnes negros hoy son mucho más frecuentes. De un lado y de otro. El Macri Gato o Aníbal La Morsa. Por eso las mejores campañas son las que se apropia la gente. Campañas positivas y negativas. Las que se comparten. El riesgo de las frases desafortunadas no las podemos atribuir a una mala comunicación sino a una mala política. Claro que ahora expuesta y visible y antes disimulable. Ahora a un click de ser vitales. Pero no es la comunicación.
El gobierno de Cambiemos intenta mostrar que, como único partido del S.XXI, es algo nuevo. Sin embargo, muchos adeptos del círculo rojo que lo apoyan, tan tradicionales como los partidos y líderes de la oposición que lo cuestionan, abrazan al gobierno e intentan que sea lo que ellos quieren que sea. Que apliquen políticas de shock, ortodoxas, como tantas en la historia de nuestro país. Una derecha típica. Que aplique mano dura. Que vaya a fondo contra los derechos laborales. Como ese grupo de 5 o 6 periodistas fundamentalistas que, queriendo ayudar al gobierno, no hacen más que perjudicarlo. Porque lo emparentan con los 90 u otros periodos de la historia de nuestro país. En realidad, es lo que ellos quisieran que sea el gobierno, y no lo que preferiría ser un gobierno que intenta un cambio en la cultura política,y como tal, lejos de repetir cualquier ciclo histórico. No por iluminado y fundacional, sino porque es la ciudadania la que se ha transformado y exige que la política se ponga a tono. A decir de los resultados, es el gobierno el que mejor a interpretado ese cambio, esa transformación. Pero no es la que muchos que apoyan quieren que sea.
Sucede que esos periodistas son tan tradicionales como gran parte de los políticos cuyos análisis están atravesados por variables, clivajes y por marcos de interpretación insuficientes u obsoletos. Claro que algunas señales del gobierno confunden. Hay grises. Todavía no se sabe cuánto de nuevo y cuánto de lo mismo. Pero seguro que la pretensión no es la que provoca el regodeo de periodistas y políticos aliados que, tal vez motivados por revanchismo o convicciones personales, tironean al gobierno para que sea lo que ellos pretenden. Aprovechan su momento de gloria.
Así, la dialéctica entre los defensores más acérrimos y fanáticos, y los críticos más virulentos, empaña el escena y la mirada de quienes intentamos dilucidar si efectivamente estamos en presencia de algo nuevo, o en un movimiento pendular más de nuestra historia. Si la política o parte de ella empieza a sintonizar con la transformación social. Lo cierto es que los pronunciamientos desde el círculo rojo, de uno y otro lado, desentonan con los tiempos de cambio.
*Periodista, Especialista en Ciencia Política y Opinión Pública. Autor de "La Conversación Política, dirigentes, medios y audiencias".
