

En casi todas sus intervenciones sobre temas económicos, Cristina Kirchner pone el foco en la falta de dólares. Cree que ese es el problema estructural de Argentina. La idea de la economía bimonetaria.

Sin embargo, nunca ha profundizado demasiado sobre las "soluciones" a ese supuesto problema. Solo avanza en el diagnóstico.
Es cierto que ahora las energías están puestas en la batalla de las elecciones legislativas y en un reordenamiento interno no traumático, pero el peronismo deberá hacer una profunda revisión sobre su concepción económica.
La salida del cepo volvió a desnudar que no hay una mirada muy clara dentro del universo opositor. ¿Cuál sería el valor deseado del dólar? ¿Argentina necesita un tipo de cambio alto o bajo para crecer? ¿El equilibrio fiscal es algo sano o no tiene relevancia?
Cristina venía cuestionando al gobierno por sostener un dólar oficial artificialmente bajo. Estaba en 1100. La salida del cepo, por ahora, dejó al dólar en 1200 pesos. Cristina pataleó por la devaluación y señaló que la inflación se estaba descontrolando. No queda claro entonces cuál sería el valor deseado para ella. Ojo: lo mismo le cabe a Axel Kicillof, que simultáneamente se opone al dólar barato y a los efectos de una suba del tipo de cambio.
Si uno observa la historia del kirchnerismo, esta ambigüedad con el valor "ideal" del dólar tiene bastante sentido: Néstor Kirchner gobernó con un dólar alto. Lo sostenía comprando dólares y eso fue determinante para acumular reservas y pagarle al FMI.
En el primer gobierno de Cristina esa competitividad fue cediendo y el dólar se fue abaratando. Se había acelerado la inflación y el tipo de cambio nominal casi no se movía. Esa situación se agudizó en su segunda gestión, con excepción del intento en 2014 de ir a un tipo de cambio real algo más alto. Sin embargo, la devaluación del 2014 fue alcanzada por la inflación y para el 2015 Argentina ya tenía el dólar tan bajo como en la convertibilidad.
Algo parecido podemos decir del gasto público y el equilibrio fiscal. Néstor Kirchner gobernó con un gasto público que pesaba 28% del PBI, mientras que en el 2015 ya había trepado del 40%.
Pensar qué tamaño del Estado es deseable o posible de sostener no es algo menor. Define cómo se van a completar otras variables que se relacionan: impuestos, tasa de interés, endeudamiento o inflación, entre otras.
Kicillof reconoció que uno de los problemas que tuvo el Frente de Todos es que no se había constituido alrededor de un eje programático. Un programa ordena internamente e incluso da previsibilidad a los potenciales votantes. Es una lección que todos deberían tener en cuenta rumbo al 2027.