Un ex novio le dio una máquina de tatuar, su papá recorrió las carnicerías de La Plata y cambió su vida: "Lloré y me enojé"

"Yetita" empezó a tatuar desde los 17 años. "Fue un viaje de ida del que no pude volver", reconoce. "Le podés cambiar la vida y la autoestima a una persona", agrega la joven
Sociedad 16/01/2025 . Hora: 12:46
Un ex novio le dio una máquina de tatuar, su papá recorrió las carnicerías de La Plata y cambió su vida: ”Lloré y me enojé”
Francisco Angulo
Por Francisco Angulo
Periodista.

Carolina tiene 23 años, es de City Bell y un ex novio le dio un empujón que le cambiaría la vida. En realidad, fue un regalo más que un empujón: una máquina para tatuar.

CADENA COOL

“Comencé a tatuar en 2017, a los 17 años. Había terminado el colegio secundario y no sabía qué hacer. Lo que si sabía era que no quería estudiar ninguna carrera. No me llamaba la atención ninguna”, recuerda en diálogo con LAPLATA1.com Carolina, que en realidad es “Yetita” para sus amigos y familiares.

“Crecí sabiendo que de grande quería hacer algo que me gustara. Me costó tiempo saber qué hacer hasta que un día un ex novio me regaló una máquina de tatuar con la idea de que probara a ver si me gustaba”, señala.

Yetita no lo dudó y empezó a practicar. Lo hacía con su piel. Su padre también ayudaba: recorría las carnicerías de La Plata para conseguir cuero de chancho.

TEST VIAJES

Sus propios padres y sus amigos también pusieron la piel y se entregaron al talento de Yetita.

Fue un viaje de ida del que no pude volver. Con el paso del tiempo, me largué a tatuar en mi casa. Tenía que sacar el colchón, mover muebles y demás. La camilla la armaba con dos cajones de plástico de leche, y una tabla. Si bien eran pocas las cosas y recursos, me la rebuscaba de la mejor manera”, cuenta la joven de City Bell.

REINO DE LOS CHOCOLATES

Luego de la pandemia abrió su primer local en Villa Elisa. No le fue bien y pegó su regreso a City Bell.

“Hace ya varios años vivo solo de tatuar. Yo creo que es gracias a la constancia. Obviamente hay mucho esfuerzo y acompañamiento familiar y amistades. Muchas veces, al inicio, me han dado ganas de rendirme, pero siempre fue algo por lo que quise luchar. Realmente disfruto hacer lo que hago”, reflexiona Yetita.

Y agrega: “El tatuaje va más allá de lo que dice la palabra. Es una profesión donde conocés mucha gente, las historias de cada persona. Creo que el tatuaje es una decoración y algo muy personal que le hacemos al cuerpo, y que es lo único que nos llevamos a la tumba cuando partimos de este plano”.

También “le podés cambiar la vida y la autoestima a una persona, ya sea tapando alguna marca o cicatriz, haciendo un tatuaje que tenga mucho valor sentimental y demás. Disfruto mucho poder dejar una marca en cada persona que confía en mí”.

¿Cómo fue su primer acercamiento al tatuaje? Yetita cuenta que su mamá se tatuaba en la galería San Martín. Ella la acompañaba y se iba empapando de ese mundo artístico: “Empecé a tatuarme cuando tenía 15 años. Cuando me hice mayor, comencé a hacerme cosas más grandes y elaboradas. Me encantaba tatuarme aunque yo no imaginaba terminar tatuando a los demás”.

“Hoy en día miro hacia atrás, y me cuesta creer las cosas que logré, a pesar de que lloré, me frustré, me enojé y demás. No hay que dejarse ganar nunca, más cuando lo que estás haciendo es realmente lo que te gusta y hace feliz. Esa es la clave para vivir feliz: hacer lo que te gusta y lo que te llena”, completa Yetita.

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