Cada vez que se acerca una elección legislativa existe la tentación de catalogarla como una contienda “clave”, “un antes y un después”, “un momento bisagra”.
Claramente tiene la importancia obvia de que el resultado de una elección legislativa reordena las relaciones de poder en las legislaturas o el propio Congreso Nacional, pero en el último tiempo no han servido como un predictor de la política futura.
En el 2009, Francisco de Narváez obtuvo un triunfo resonante ante Néstor Kirchner y no eran pocos los que creían que su llegada a la gobernación bonaerense en el 2011 era solo cuestión de tiempo.
Lejos de ese escenario, el empresario hizo una alianza con Ricardo Alfonsín y solo sacó un 16% en territorio bonaerense. Daniel Scioli le sacó casi 30 puntos. En el 2013 le fue aún peor: De Narváez obtuvo el 5,43%, en cuarto ubicación, apenas por encima del Frente de Izquierda.
Las legislativas del 2013 también arrojaron una derrota para el kirchnerismo. Esta vez el verdugo fue Sergio Massa. El tigrense quedaba perfilado para ser el candidato opositor que desafiara al Frente para la Victoria en las presidenciales del 2015. El líder del Frente Renovador debió conformarse con un tercer puesto, por detrás de Cambiemos y del oficialismo encarnado en la candidatura de Daniel Scioli.
En el 2017 Cambiemos se entusiasmó por el triunfo de Esteban Bullrich ante Cristina Kirchner. Pero fue otro resultado sin correlato futuro: Juntos por el Cambio perdería tanto el gobierno provincial como el gobierno nacional. Cristina Kirchner, la derrotada en el 2017, se impuso junto a Alberto Fernández dos años después.
Tampoco el 2021 sirvió como predictor en la Provincia de Buenos Aires. La dupla Santilli-Manes venció al Frente de Todos pero dos años después se vino todo abajo. Juntos por el Cambio salió tercero. Ni llegó al balotaje. Santilli perdió la interna con Néstor Grindetti, y Manes ni siquiera sea anotó para ser candidato.
Podría decirse que la contienda del 2025 tendrá cierta similitud con la del 2017: un gobierno no peronista como oficialismo nacional, y una Cristina Kirchner jugando fuerte. Para Cambiemos fue un triunfo histórico en territorio bonaerense. Seis meses después, sin embargo, una corrida cambiaria marcaría el principio del final del gobierno de Macri y Vidal.