Nazarena y Rubén son de Berisso. Dos auténticos remadores que hoy empiezan a pisar fuerte pero tienen una historia llena de tropiezos, alegrías y tristezas.
“Nos conocimos hace 6 años, se dio la oportunidad de alquilar un lugarcito y mi novio es pizzero hace más de 25 años. Yo trabajaba en comercios, de niñera, y la verdad es que no podíamos llegar con el tema del alquiler y los gastos”, comenta Nazarena a LAPLATA1.com.
“Estábamos sobreviniendo”, resume la joven, y señala que “el tema gastronómico no está bien pago, y donde él estaba no era la excepción. Entonces se nos ocurrió la idea de hacer comida para vender los fines de semana”.
Hacían fatay, empanadas, sanguchitos de milanesa. Fue un boca a boca. La gente los fue conociendo. Sobre todo a Rubén, un maestro de la masa. Pero llegó la pandemia y todo se congeló.
“Bajaron mucho las ventas. En ese momento, la gente prefería cocinar su comida antes que comprar”, dice Nazarena. Debieron poner en paréntesis el sueño. De a poquito, cuando la situación se fue normalizando, Rubén empezó a trabajar en un local con una paga algo superior. Sin embargo, la idea de un proyecto propio estaba latente.
El precio del alquiler dolía y decidieron volver a la casa de su mamá para estar también cerca de su abuelo que había enfermado. Se llamaba Norberto Olivo Tiburzi, pero todos lo conocían como “Coco”.
“La verdad que no sabíamos que era lo que tenía. Simplemente por su edad se estaba apagando. Mi mamá me da la oportunidad de volverme a mi casa. Me vuelvo y con la intención de poder cuidarlo y mimarlo en sus últimos años de vida, pero lamentablemente falleció hace dos meses. Nos rompió el corazón, nos mató en vida”, se sincera la joven.
Su abuelo tenía un horno de barro. Era, en realidad, de su tatarabuelo. Una herencia familiar. Volvieron a utilizar y hace dos semanas, como si fuera en homenaje a él, retomaron el sueño que habían dejado en pausa. Hoy quieren pisar fuerte. Siempre pensando en “Coco”, que les da fuerza desde el cielo.