Sarmiento y La Plata, una historia de amor y odio: el viaje que lo fascinó y la grieta política por el Colegio Nacional

Sociedad 31/05/2021 . Hora: 11:47
Sarmiento y La Plata, una historia de amor y odio: el viaje que lo fascinó y la grieta política por el Colegio Nacional

Domingo Faustino Sarmiento tuvo una relación de amor y odio con la Ciudad de La Plata. Primero fue de profundo rechazo, a tal punto de que se opuso a que fuera fundada como capital bonaerense.

Pero con el correr del tiempo su visión fue cambiando y un viaje a nuestra ciudad lo dejó fascinado.

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Julio Morosi recogió algunos de los testimonios de Sarmiento de la época sobre La Plata. Su trabajo se llama “La Plata bajo la mirada sarmientina: de la censura acre a la ciudad ideal”, y sirve para entender este cambio de 180 grados del prócer argentino.

“Supongamos que se gastan veinte millones en hacer un puerto excavado en la Ensenada, y que no lo frecuentan los deseados y esperados buques de alta mar. Supongamos que se edifica una calle de suntuosos edificios en Tolosa, como en Washington la avenida Pensilvania, (la única edificada en el siglo), y no haya habitantes que pueblen sus plazas desiertas y silenciosas, como las de Santa Fe, con cuatro siglos de existencia, sin comercio como la de San Isidro, etc., etc. ¿No será esto el legítimo castigo de la violación de todas las leyes, tanto naturales como sociales, a que se deberá la enorme e inútil inversión?”, expresaba Sarmiento en 1882.

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Y agrega: “La razón de ser de las ciudades no se fija a priori. Cuando se ve surgir Chicago, Búfalo, el Rosario, Pittsburg, en lugares que los vivos podemos decir que hemos conocido punto menos que desiertos, entonces se descubre que era allí donde se cruzaban caminos, donde se necesitaba un puerto, no para el puerto mismo, ni la ciudad o Estado que lo tiene, sino para otros distantes que buscan salida a sus productos”.

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“Ningún gobierno moderno ha formado o escogido capitales para hacer grandes ciudades. Las ciudades grandes existían y las dejaron donde estaban. Otras grandes ciudades han surgido donde nadie se imaginaba; y las aldeas capitales administrativas, si han llegado a ser ciudades es porque el país se mueve, se enriquece y las arrastra en su movimiento”, seguía despotricando Sarmiento contra la fundación de La Plata como capital provincial.

Una vez fundada nuestra ciudad, Sarmiento siguió de cerca su evolución y lentamente fue modificando su impresión.

“El espíritu argentino ha venido desde la independencia atesorando nociones sobre edilidad, higiene, ornato y arquitectura civil, sin poder en sus antiguas ciudades hacerlas prácticas por falta de espacio, libre de construcciones. Vds. lo ven en La Plata; es una ciudad ideal, de amplitudes grandiosas, donde antes había estrecheces, dotada de palacios para cada función del organismo; pero plazas, estaciones, avenidas, capitolios, bancos, bibliotecas, tan vastos que se ve que no es para el presente que se construyeron, sino para una generación venidera y una gran ciudad presunta”, decía en 1885. Un cambio para nada menor.

Y meses después escribió un artículo muy elogioso cuando recorrió La Plata. Había quedado maravillado: "¡Qué majestad la de los edificios públicos de La Plata! Este es su defecto, y acaso la herencia que traemos de nuestros antepasados, como aspiración; pero lo que nos muestra los progresos que la educación pública ha hecho en tan corto tiempo es que en todo se ha realizado cuanto se concibe de más acabado y reciente en la economía de las ciudades: luz eléctrica, calles anchas, boulevares, avenidas, diagonales, adoquinados, veredas de cuatro a diez varas; bosques que parecen seculares por lo sombríos, dan solaz, sombra y recreo a las puertas de la ciudad encantada; como monumentos, palacios para el Museo antropológico que ya es uno de los primeros del mundo, enriquecido con doscientas muestras de las razas americanas. Siéntese el visitante de Buenos Aires en el mundo que ha soñado, porque La Plata es el pensamiento argentino, tal como viene formándose e ilustrándose hace tiempo, sin que nadie se dé cuenta de ello”.

“Me despido de La Plata revivido, reconfortado, pues antes de ver lo que somos, y poder conjeturar lo que seremos cuando se acaben de derrochar las tierras públicas, ya que no podemos derrocarlas, dudaba de la fuerza vegetativa y de los progresos morales y sociales que hacemos, para salir del modelo colonial que en La Plata ha sido dejado, para inventar habitantes con moradas modernas”, concluye ese escrito.

La grieta por el Colegio Nacional

La fascinación de Sarmiento por La Plata era real, aunque también contribuyó la cuestión política. Él quería retornar al ruedo político enfrentando a Juarez Celman, y Juarez Celman era un férreo opositor a Dardo Rocha.

Esa grieta quedó de manifiesto en las demoras para fundar el Colegio Nacional de La Plata. “Diga lo que quiera el censo, el Presidente, oído el informe de su bibliotecario, no ejecutó la ley del Congreso que mandaba crear un colegio nacional en La Plata, como en toda ciudad que se reputa, por no haber como mil habitantes, y no tenemos colegio nacional que tiene Jujuy con tres a cuatro mil habitantes y Rioja con cinco mil, San Luis cinco mil si los tiene; pero como es imposible que un Ejecutivo no ejecute una ley, cuando su oficio es ejecutar aun contra informe de bibliotecario, es imposible también que Jujuy tenga tres o cuatro mil habitantes y tenga Colegio, sin que se halla puesto veto al ítem del presupuesto. ¡Doblemos la hoja! La Plata está dominada de un espíritu hostil, que impide que el Presidente venga y vea por sus propios ojos”, criticaba Sarmiento a Juarez Celman.

Era una lucha encarnizada entre Juárez Celman y Dardo Rocha. Finalmente, el 15 de julio de 1887, un decreto del Poder Ejecutivo Federal nacionaliza el Colegio Provincial y lo convierte así en Colegio Nacional.

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