Alberto Fernández anunció esta semana sus 5 pilares económicos: desendeudamiento, acumulación de reservas, dólar competitivo, equilibrio fiscal y equilibrio comercial. Fue luego del acuerdo con los bonistas. Implica un claro guiño hacia Lavagna. Fueron los pilares de la economía entre el 2002 y el 2006.
Sergio Massa también salió enérgico tras el acuerdo con los acreedores. Entiende que sus contactos fueron importantes para el arreglo. Y se siente a gusto, claro está, con los 5 pilares de Alberto.
Guzmán adhiere a esos objetivos. Desde su asunción ha remarcado la importancia de ir hacia una economía "sana" y con cuentas públicas equilibradas. Digamos que Guzmán tiene una formación académica que le permite poner un pie tanto en las ideas del "massismo" económico (o lavagnismo) como en el ala más izquierdista del Frente de Todos (en términos económicos, el ala heterodoxa). Guzmán es un pragmático.
Pero los 5 pilares sí son un llamado de atención. Es un mensaje fuerte. Sobre todo, si tenemos en cuenta que de esos cinco pilares, solo uno (endeudamiento bajo) fue cumplido en la gestión 2011-2015. Diciembre de 2015 terminó con déficit fiscal, déficit comercial, bajo nivel de reservas y un dólar muy poco competitivo.
También Guzmán se rodea de gente que piensa diferente. Su mentor argentino es Daniel Heymann, un prestigioso economista que hoy lo asesora en el Ministerio de Economía y que hasta tuvo cierto optimismo en algún momento de la gestión de Cambiemos. Pero en paralelo Guzmán recurre a Diego Bastourre, actual Secretario de Finanzas, quien fue un acérrimo anti-macrista en lo económico. No se casa con nadie.
El problema de esos 5 pilares es que pasen de los dichos a los hechos. Lo más difícil en la economía. Hay dos que serán especialmente bravos: el equilibrio fiscal y el dólar competitivo. Son objetivos con costos políticos y sociales a corto plazo. Pero Alberto ya avisó que no habrá "ajuste" y "devaluación". Será todo en cámara lenta. Sin que se note. Corre el riesgo de que le ocurra lo mismo que a Macri: un gradualismo demasiado gradual y que sea percibido como parálisis por el sector privado. Tampoco queda claro cuál es el valor del dólar deseable para el gobierno. Allí conviven varias posturas. No hay consenso. Pero nadie parece oponerse a que se siga depreciando, aunque sea paulatinamente.
