La curva de contagios se encuentra en el momento más complicado y toma la peligrosa forma de "J". Y aún más dudas presenta el panorama económico. Hasta hace dos semanas, había un cierto entusiasmo de que mayo haya sido el piso de la abrupta caída, y que junio sea el puntapié de una gradual recuperación.
Pero el endurecimiento de la cuarentena hará esperar un poco más ese optimismo. Para América Latina se espera una recuperación en forma de "raiz cuadrada" o de "pipa". Es decir, habrá un repunte medianamente interesante en el corto plazo, pero hacia noviembre o diciembre esa recuperación se va a estancar y será muy modesta durante varios meses.
Esto implicará que toda la caída del 2020 no va a ser compensada en el 2021. Por ejemplo, Argentina tendrá una caída del 10% en el 2020 (el número puede llegar incluso a 14%), mientras que el 2021 el crecimiento no superaría el 6%. Argentina, Perú y México serán los más golpeados en la región. Para nuestro país será vital una súbita reacción de Brasil y que China prolongue su buena senda económica (sería el único país de todo el mundo que crecerá este año). También necesitará que los precios internacionales del trigo y la soja levanten. Esto último posiblemente ocurra.
Los datos preliminares de Mayo habían dado cierto aire respecto a Abril. Muchas industrias del AMBA se habían reanudado, aunque parcialmente, y también se habían ampliados los turnos. Según FIEL, la producción industrial en mayo había caído 3,2% respecto a abril. Y junio tranquilamente podía ser el piso definitivo para ya repuntar en julio, como se dijo anteriormente. Pero julio posiblemente contraiga un poco más el consumo y el comercio con las nuevas restricciones. Habrá que ver cómo reacciona la industria.
Alberto Fernández tiene una salida "fácil" y que en el corto plazo no genera ningún malestar en la población: emitir dinero descontroladamente y que el déficit fiscal se vaya por las nubes durante un cierto periodo. Pero esta salida deja mal parado a Martín Guzmán en la negociación con los bonistas y con el FMI. Y tampoco agrada al Banco Central, que justamente está pensando en estos momentos en cómo "aspirar" todos los pesos que se fueron emitiendo en los últimos meses.
De allí que surja con fuerza la idea de un nuevo "contrato social", que en la práctica posiblemente implique una mayor presión tributaria para los sectores más dinámicos. Ese contrato tendrá un componente claro de compensación: sacarle a los "grandes" para darles a los perdedores de la cuarentena: pymes, comercios, industrias no esenciales, etc. El asunto es, como siempre, que esta clase de medidas "progresistas" no tengan un efecto boomerang y oscurezcan aún más el clima de inversión.