Lavagna está "ultimando los preparativos del lanzamiento de su candidatura presidencial"

Opinión 10/03/2019 . Hora: 09:29
Lavagna está ”ultimando los preparativos del lanzamiento de su candidatura presidencial”

En la ensoñación, mientras me asoleaba recostado, la frondosa arboleda que me rodeaba, el verde intenso del follaje, el azul estridente del cielo y el calor que apretaba como pocas veces, podían haberme creado la ilusión de que estaba en algún resort paradisíaco, no en mi casa. En eso andaba mi mente cuando molestó el celular y apareció la voz de Roberto Lavagna. Habrá sido la primera vez que me llamaba en el año; atendí y debemos habernos saludado con ese motivo, no lo recuerdo, pero sí recuerdo que con su habitual cortesía me preguntó si aquella tarde tenía algo que hacer y si podía acompañarlo en un reportaje.

Era nada más que 4 de enero, el de 2007, jueves. Entre el escenario en el que descansaba, con trajecito de baño y algún jugo, y el que me proponía el ex ministro, una oficina en Diagonal Norte y Cerrito –los porteños saben que ahí está el obelisco-, no había dudas sobre donde se podía disfrutar más…. Sin embargo, el viaje entre Pilar y el centro se hizo en un pedo. En esos días Buenos Aires era área liberada para Lavagna, un periodista y yo... Nada divertido, por cierto.

1000 AULAS NUEVAS

Pasé primero por mi oficina, en Esmeralda y Santa Fe, recogí unos papeles, dejé el auto en la cochera, en un segundo subsuelo, y seguí viaje en taxi. Nunca me hubiera imaginado que Lavagna me iba a recibir de traje y corbata en esa fecha y con el calor reinante y una Buenos Aires desierta. El hombre ya estaba acompañado por otra persona, un estrecho colaborador político. Al verlo dentro de eso que me pareció un armadura casi que se me escapó la pregunta: "Qué le pasó? Se dio un golpe…?". Lavagna sonrió –aunque no parezca, tiene mucho humor y lo disfruta-; "no, es que le voy a decir al periodista que 'estoy ultimando los detalles del lanzamiento de la candidatura presidencial'". Pronunció la frase con meticulosidad, estaba estudiada. Creo incluso que me la dijo como un ejercicio, para ver si le salía bien. 

"Ah! Entonces estamos lanzando la candidatura?", le pregunté, asombrado. "No, me replicó –como diciéndome, "idiota, no entendés?-. Solo estoy "ultimando" los detalles", insistió, reforzando la idea de que no era un lanzamiento. 

EPC COOL

Hacía ya dos o tres meses que el ex ministro venía coqueteando con esa perspectiva, pero nunca la confirmaba. El argumento era que todavía no se estaba en el año electoral. Hasta, curiosamente, daba la impresión de que a Lavagna le molestaba que le preguntaran por su candidatura cuando, por el contrario, a mi me encantaba, porque cada pregunta era un reflejo de la expectativa periodística que despertaba esa posibilidad. Eran los tiempos de "él o ella"; nadie sabía si Kirchner iba a presentarse para la reelección o si, en cambio, la candidata sería su mujer, Cristina.

"Mire ministro –sus colaboradores todavía lo llamábamos "ministro" y en mi caso, aún hasta hoy, a 17 años de conocernos y haber mantenido una relación constante, nos tratamos rigurosamente de usted-, yo creo que todavía tengo un periodista adentro y seguro que no fui el peor. En primer lugar, Clarín le propuso hacer la nota de los domingos de verano, que generalmente se la hacen a un personaje en la playa, con preguntas generales y personales. Son esas típicas notas playeras en las que junto al baldecito y la palita el entrevistado comenta qué lee, cuál fue la última película que vio, como está constituida su familia, etcétera. El tipo siempre está vestido de playa o sport. Así, de traje, usted a Clarín le arruina el programa –el hombre me escuchaba atento y todavía no había llegado lo peor-. Yo me sacaría el saco y la corbata…". Tan atento como me escuchó ni bola que me dio.

TEST VIAJES

Después si, vino lo más serio: "Luego -le dije- si usted al tipo le dice "estoy ultimando los detalles del lanzamiento de la candidatura presidencial", la nota no saldrá el próximo domingo sino mañana viernes y será el título del diario: "Lavagna anunció su candidatura presidencial". Por ese motivo, le recomiendo que ya me permita llamar a La Nación para hacer la misma declaración…". Ahí me escuchó atentamente. Creo que coincidió conmigo. En lenguaje periodístico, "estar ultimando" es "estar haciendo". Y no podíamos hacer un anuncio de esa magnitud a un solo diario; por lo menos teníamos que hacerlo en los dos diarios más importantes del país.

No tardó en sonar el timbre. Llegaron el periodista de Clarín, Santiago Fioriti, y un fotógrafo. El fotógrafo se sobresaltó de inmediato: "Eh, ministro… No va a salir así, de corbata… Sáquese la corbata y vamos a hacer unas fotitos abajo, caminando por Diagonal o sentado en un banco… ¡Es para el diario del domingo!". "No –le respondió Lavagna sonriendo-, estoy vestido así porque les voy a anunciar que estoy ultimando los detalles del lanzamiento de la candidatura presidencial…"; lo dijo entre risas. También entre risas, pero un poco incrédulo, confundido, Fioriti preguntó con timidez: "¿En serio lo dice…?". "Si, claro", respondió Lavagna. "Entonces permítame un minuto que llamo al diario…!". El periodista se comunicó con su editor y le anunció que tenía un tema para la edición del día. Cuando cortó, dijo, orgulloso, "seguro que va a ser la tapa de mañana". Ahí cruzamos miradas con Lavagna, pero no comentamos nada… En un momento, por suerte, el periodista interrumpió el reportaje por no recuerdo qué motivo y aproveché para preguntarle por lo bajo: "Llamo a La Nación?". "Si, llame", fue la escueta respuesta. 

Unos minutos después, ya terminado el reportaje de Clarín, se presentó Jaime Rosemberg. Él hizo la nota para La Nación. Mientras se desarrollaba esa charla, por un instante miré hacia arriba y me detuve a observar el artefacto lumínico que pendía del techo sobre la mesa alrededor de la cual estábamos sentados. En ese momento se me aparecieron las luces de los quirófanos que había visitado en los seis meses anteriores. Habían sido cuatro intervenciones para instalarme stents, esos piercings que se colocan en las arterias coronarias. Esas intervenciones sucedieron 10 años después de otra, un cuádruple by pass, que son esas operaciones en las que después de romperte el esternón, abrirte las costillas y sacarte el corazón que queda depositado en un tacho, te ponen parches en las arterias con remiendos cortados de otras arterias o venas. 

En eso estaba cuando la charla entre Lavagna y Rosemberg pasó a ser para mí como un murmullo. Una molestia se me había instalado en el medio del pecho y en el hombro izquierdo. No era un dolor, solo una molestia que se iba haciendo paulatinamente más intensa….Yo conocía a la perfección esa molestia. Busqué entretenerme mirando en las paredes dos piezas colgadas: una, un cuadro de un pintor que reproducía la escena de un banco siendo incendiado en Buenos Aires en el trágico final del 2001; creo que se lo había regalado a Lavagna la periodista Silvia Naishtat como una alegoría del momento que tuvo que enfrentar cuando asumió en el Ministerio.

El otro, un honor, la tapa de un libro de mesa que hice con 65 empresas de capital nacional que habían confiado en la recuperación de la Argentina. La tapa reproducía la imagen de la libertad.

Al terminar el reportaje y retirarse el periodista, Lavagna se sintió aliviado –yo no- y propuso que los tres nos dividiéramos la agenda para llamar a personas a las que quería informarles sobre el anuncio antes de que lo leyeran en los diarios. Otra cortesía del protagonista. El primer llamado lo haría él: a Raúl Alfonsín, con quien se prodigaban mutua admiración y quien había conducido a los radicales a respaldar su candidatura presidencial.

Yo me excusé, sin decir qué me ocurría. Dije que saldría un momento para terminar un trabajo en la oficina y que volvería. "Vuelva porque vamos a comer", casi ordenó Lavagna. "No es que quiera festejar nada sino que Claudine –su mujer- está en Cariló y estoy solo. Así me acompañan". 

Salí, paré un taxi y dudé en pedirle que me lleve directamente al Instituto Cardiovascular en Belgrano o a buscar mi auto. Cometí esta última imprudencia. La molestia se acentuaba. Llegué hasta el auto, salí por Esmeralda a velocidad moderada hasta Libertador. Ya por esa avenida empecé a pensar que si lo que ya era un pequeño dolor se seguía agudizando me iba a tirar en el Hospital Fernández.

Pero seguí manejando. Trataba de reírme solo para aliviar tensiones. Aceleré. Y al llegar a Blanco Encalada, la calle del Instituto, pensé en doblar a la izquierda a contramano, cometiendo dos infracciones graves. "Pero si hago una cagada no paso el susto. ¡Me quedo ahí…!". Decidí seguir, dar la vuelta manzana y tire el auto en la puerta de la guardia. La empleada de recepción estaba hablando por teléfono. Le dejé el carné de OSDE y pasé inmediatamente a la guardia, sin esperar que me indicaran nada. La enfermera que me recibió se dio cuenta de la situación. De un box vecino se escuchaba a un tipo quejarse bastante fuerte. "¿Oís a ese que grita… ?-me preguntó, mientras me conectaba-..., bueno, ese se va a su casa en unos minutos…. Vos, en cambio, seguro que te quedás internado…". La mina la tenía clara. Si estás mal del corazón no tenés ni fuerza para gritar.

Cuarenta minutos después estaba viendo de nuevo las luces que había recordado en la oficina de Lavagna. En el quirófano había siete u ocho profesionales atendiéndome de urgencia… La intervención salió bien, pero no fue la última…

Ahora creo que Lavagna está en la misma situación. Está ultimando los preparativos del lanzamiento de su candidatura presidencial.

Espero que, por fin, lo haga. Y que le vaya bien. Como me fue a mi aquella vez. (El 5 de enero de 2007 los dos principales diarios de Buenos Aires titularon en sus portadas que Lavagna había anunciado su postulación presidencial).

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