Después de comer, a la tarde con amigos, tras una rica cena… todas son oportunidades para disfrutar de un rico café.
Según un estudio publicado en la revista Scientific Reports, la amargura del café es asociada a experiencias positivas y esto determina por qué nos gusta tanto. Es decir, que si nos gusta o no esta infusión, está determinado por nuestros genes y nuestras experiencias pasadas.
El estudio determinó que los consumidores de café adquieren el gusto o la capacidad de detectar la cafeína debido al refuerzo positivo aprendido, es decir, a la estimulación, provocada por la cafeína". Para llegar a esta conclusión los expertos analizaron el consumo de bebidas en más de 400.000 hombres y mujeres en el Reino Unido.
Sobre los resultados, uno de los investigadores, Marilyn Cornelis, aseguró al respecto: "las personas que son particularmente sensibles al sabor amargo de la cafeína toman menos café". Además, consideran que "nuestra percepción de sabores amargos, estimulada por nuestra genética, contribuye a la preferencia por el café, el té y el alcohol".