Cuando tenía solo 6 años Catalina Marchini empezó a enamorarse de un CD de “clásicos del cine”. Lo escuchaban sus padres. Más tarde llevaría el nombre de Mozart, Beethoven, Vivaldi y Brahms.
Desde ese momento, esta platense de 22 años abrazó la música. Una música más “sofisticada”.
“Comencé mis estudios en un taller de música barrial a la edad de 8 años y no dejé de estudiar desde entonces: fui al Bachillerato de Bellas Artes, tomé clases particulares de piano, bajo y guitarra y actualmente soy estudiante avanzada de la licenciatura en Artes Musicales orientada en piano”, dice en diálogo con LAPLATA1.com.
“Como pianista me encuentro profundizando en la literatura clásica pianística y en la música de cámara: mi desafío es lograr una interpretación convincente, clara y expresiva, ya sea como solista o de manera grupal”, agrega. Hoy, desde su casa en Hernández, brinda clases. Atrapa a grandes y chicos.
En ese sentido, explica que para eso requiere de mucha dedicación: “Momentos de lectura, momentos de trabajo técnico donde descubrimos y ponemos en juego estrategias para optimizar el uso del cuerpo y momentos de análisis”.
“Preguntarse por lo escrito y por lo no escrito también. ¿Qué nos sugiere la música con sus cambios, permanencias, las diferentes intensidades, los silencios? ¿Cómo lo vivenciamos en el cuerpo y en nuestras emociones?”, reflexiona Catalina.
De todas formas, Catalina se encarga de reiterar en varias ocasiones que no existe un quiebre entre la música clásica y la música “popular”. Ambos pueden convivir en el gusto de la joven. “El arte no es para unos pocos, no tiene parámetros etarios sino que es algo propio del ser humano, que cada persona con deseo e iniciativa tiene el derecho de experimentar y disfrutar”, dice.
Consultada más concretamente cómo le cae el reggaetón o trap, asegura: “Me gusta y escucho esos géneros. La música se vale también del contexto. Por ahí es difícil conmoverte escuchando música tan fuerte en un boliche; pero ese tampoco es su único fin. Creo que ahí se valora más el llamado al movimiento, a divertirse y celebrar. Eso me parece genial como también la importancia de las letras, que es desde luego un gran medio para sentirnos interpelados”.
Y completa: “Nunca me sentí ‘sapo de otro pozo’ porque tampoco fui ni soy ajena a géneros populares o más actuales. Por otro lado, fui al Bachillerato de Bellas Artes y allí la música clásica estaba muy presente, entonces tuve la suerte de compartir experiencias tocando o escuchando todo tipo de géneros con compañeros”.
