En sus redes sociales, un hombre recordó la triste historia de su pareja, quien hace 20 años perdió la vida en el Hospital San Juan de Dios de La Plata.
La fuerte historia generó la sensibilidad de muchos usuarios. En aquel momento Leo, protagonista del relato, vivía en la Ciudad de Buenos Aires.
“Un día como hoy pero de 2002 empezó el calvario que terminaría con la pérdida física del amor de mi vida. Fernando, su nombre, había comenzado a tener los primeros síntomas de su enfermedad en noviembre de 2001. Carraspera, acidez, dolor de pecho, mucho apetito que cedía después de dos bocados”, arrancó con el relato.
“En medio de las corridas de ese infausto diciembre parecía que lo peor ya había pasado. Pero bien entrado enero los síntomas volvieron con más fuerza. El dolor en la boca del estómago ya no lo dejaba respirar bien. Yo trataba por todos los medios de que no diera rienda suelta a su hipocondría”, agregó.
Ambos tenían trabajo pero tampoco la situación económica era de mucha holgura, a tono con lo que estaba pasando en el país.
“De todos modos le daba los gustos que quisiera. ‘Negro, quiero un Serenito’, me decía y yo salía corriendo a comprarle uno, contando las monedas, pidiendo fiado, como fuera. Así de mal estaba todo. Cuando me preguntaba porque no comía con él, le decía que no tenía ganas o que eso no me gustaba. Moría de amor por él. Vivía para amarlo. Era mi norte. Mi hogar”, contó.
Pero en febrero la cosa se fue complicando aún más. Fueron a la guardia del Udaondo e increíblemente no los quisieron atender por ser gays.
“Una doctora me dijo que solo lo atendería si le llevaba un Elisa negativo. Esa misma noche decidí ir al Fernández para hacerme un test de HIV pero Fernando me pidió muerto de miedo y sumido en un llanto desgarrador que no lo hiciera”, recordó Leo.
Y agregó: “No soportaba verlo llorar por lo que accedí a su pedido y lo abracé hasta que se durmió en mis brazos. Un día como hoy lo internamos. Su familia no sabía de lo nuestro. En el San Juan de Dios de la Ciudad de La Plata pareció mejorar. Estaba de buen humor y me pidió que fuera a cuidarlo todas las noches”.
Luego, Leo detalló el increíble periplo que protagonizaba por amor: “Salía de mi laburo en Villa Crespo y me tomaba la costera hasta La Plata. Caminaba 40 cuadras (no tenía guita para taxi y a esa hora no había bondis) hasta el hospital sólo para poder verlo y estar con él. Un día, una cuadra antes de llegar, me interceptó su hermana: ‘A Fer lo pasaron a terapia intensiva’ me dijo y me sentí morir. Fue una semana horrible. Hasta que llegó el día final. En la visita nadie quiso entrar a verlo, así que lo tuve media hora solo para mí. Estaba entubado, con pañales, pero su rostro era de una serenidad increíble. Le besé los pies fríos, la frente, lo besé suavemente por un costado de la boca y como en un ritual bese cada uno de sus ojos y su nariz. Le olí el cabello y su perfume que seguía siendo el mismo. Me quedé tomado de su mano y diciéndole al oído todo lo que lo amaba. Se lo repetí mil veces, como un mantra, esperando que pudiera oírme”.
“Le pedí que se fuera en paz, bello y joven, y que esperará por mí en el otro lado. Que me iría pronto con él. Me dejaron estar más tiempo del permitido. Supongo que porque ya sabían lo que venía. Murió un 14 de abril a las 21:45. Faltaban 3 días para que cumpliera los 34. Dejó el mundo más oscuro, más frío y a mí me dejó en una soledad absoluta que nunca pude superar. Hace ya 20 años que espero el momento de volver a estar a su lado. Fue la única persona que amé de verdad. Ah, me olvidaba: murió a causa del hongo negro. Cuando lo descubrieron ya era tarde”, completó Leo.
