El Frente de Todos obtuvo un 33% en la Provincia de Buenos Aires y cayó ante la sumatoria de las listas de Santilli y Manes por cinco puntos.
De todas formas, no se trató de un hecho aislado: la derrota en la Provincia está inmersa en una sucesión de traspiés en varios distritos. Una derrota empujada por fuerzas nacionales, no por fuerzas provinciales.
Hubo diferentes episodios que dan cuenta de un evidente contraste entre ambos niveles de gobierno. El caso de la vacunación es el más emblemático. A nivel nacional saltó el escándalo de la llamada “vacunación VIP”, mientras que en la Provincia no se registró ningún episodio irregular a pesar de los intentos de la oposición de involucrar también a Axel Kicillof.
Más recientemente tenemos el episodio del cumpleaños de Fabiola en Olivos, otra situación que golpeó al gobierno nacional. Son desprolijidades e ingenuidades que no se advirtieron en el gobierno bonaerense desde que comenzó la pandemia.
Otro punto donde se puede remarcar el contraste tiene que ver con la capacidad técnica de los ministros. Quizás por su perfil académico, Kicillof se rodeó de un elenco de funcionarios especializados y con alta capacidad técnica en cada área. En el gabinete de Alberto Fernández parece primar otra lógica, con más peso de la política y menos gravitancia de la gestión.
En ese marco, se puede comparar el rol de Augusto Simone, Ministro de Infraestructura y Servicios Públicos (Provincia) con el de Gabriel Katopodis (su símil a nivel nacional). Simone es licenciado en Administración y con un vasto currículum en la gestión pública y privada. Katopodis, por su parte, es abogado y su nombramiento claramente obedeció a razones de equilibrio político.
Como ocurre cada vez que hay un traspié electoral del oficialismo, comienza la danza de posibles ministros que podrían dejar su lugar para oxigenar el gabinete. ¿Podría el gobierno sumar a dirigentes más técnicos a su gestión mirando el espejo bonaerense?
